Por: Julio Cesar Londoño
Circula por ahí un mail insidioso: cómo será de mala la literatura vallecaucana, dice el panfleto, que su pensador más agudo era paisa, su novela más importante se escribió hace 150 años, su mejor cuentista es bogotano, su ensayista más famoso es tolimense y su gran poeta es caucano. El panfleto no explica más pero es fácil adivinar que se refiere a Estanislao Zuleta, Jorge Isaacs, José Zuleta, William Ospina y Horacio Benavides, respectivamente.
Esta patada voladora al corazón de nuestro orgullo es rastrera y muy discutible, por supuesto, pero una cosa es cierta: que el indio caucano Horacio Benavides es una de las voces más nítidas y poderosas de la poesía latinoamericana. Así lo acaba de entender Monte Ávila, una de las más prestigiosas editoriales del continente, al publicar La serena hierba, una antología de la obra de Horacio. Y ayer nomás, en el 2008, la Universidad Nacional publicó otra antología suya bajo el cuidado de un severo comité editorial: Piedad Bonnet, Jorge Cadavid y Ramón Cote.
En la edición venezolana están los temas de Horacio: el amor, la naturaleza, la muerte, la infancia y los animales, y la concisa baraja de sus recursos: la brevedad, el misterio, el silencio y un pulso exquisito (el secreto de Horacio estriba en no decir, dice José Zuleta).
A veces sus poemas son pura música: A la orilla de la rosa está la rosa./ La una se deshoja y pasa/ a la otra el tiempo no la toca./ La primera es la segunda/ la tercera la que el agua nombra.
A veces nos estruja el corazón: Las muchachas del servicio corren hacia el domingo/ abandonan su traje de ceniza/ y limpias ya aromadas/ buscan en la luz a su muchacho./ Por fin el día es suyo/ un sol de verano las quema en la hierba/ bailan en las casetas/ pierden con frecuencia el paso/ y en la noche/ en un cuarto barato/ gimen ante revelación tan íntima./ La madrugada del lunes se lleva sus alas.
A veces habla como el más viejo de la tribu: Ah si el alma pudiera despedirse amistosamente del cuerpo/ si le dejara dormido y saliera en puntillas/ como una madre que se aleja./ Ah si el alma olvidara mutuas ofensas/ viejos rencores…
A veces títulos inocentes (“Cuarentiocho”) ocultan mensajes atrevidos: Que el agua que aquí corre cante en tu baño/ que esta luna roja sea la misma en tu estante y en tus ojos/ que el aire que me toca te toque a ti/ en otra parte.
A veces su voz tiene ecos de Rulfo, y el poeta desempolva la coma: Te traigo tu mula, padre/ no te quedes ahí parado, mudo/ te traigo tu mula negra/ la encontré en la montaña/ dale tu sal que es llama/ pasa la mano por su lomo/ échale el peso de tu carga/ no me hagas dudar, padre/ no me digas que arreo sueños/ que esta no es tu mula/ que he cogido la que pena.
Siempre, incluso cuando corre la sangre, su poesía es delicada: Una tarde de regreso a casa/ escuchaste una música extraña/ el crujir de mínimas armas/ airados metales./ En el barranco de tierra cuarteada/ diste con nido de alacranes/ enloquecidos de vida./ Barquero/ hazle un puesto en tu nave/ a este muchacho/ que quizá olvidó su moneda./ Piensa que no es poco/ escuchar una música/ jamás oída.
Este poema se llama La mariposa de tu alma cruzando el abismo, y el epígrafe reza: “En memoria de Javier Benavides”. Aún no me he atrevido a preguntar nada.
Tomado de: El país, septiembre 15 de 2011.
http://www.elpais.com.co/elpais/opinion/columna/julio-cesar-londono/benavides-o-arte-del-silencio
PRESENTACION DEL LIBRO «LA SERENA HIERBA»
Horacio Benavides nació en Bolívar, Cauca, Colombia, en 1949. Cursó estudios de pintura en el Instituto Departamental de Bellas Artes en Cali. Ha sido profesor y coordinador de talleres de literatura. Dirigió el Taller de Literatura con niños Viento Sur, coeditó la revista de Poesía Deriva y coordinó la Ruta de la Literatura, un proyecto de talleres de Literatura de la Gerencia Cultural y la Secretaría de Educación del Valle.
Ha publicado, entre otros, los libros de poemas: Orígenes, 1979; Las cosas perdidas, 1986; Agua de la Orilla, 1989; Sombra de Agua (1994); La aldea desvelada (1998); Sin razón florecer (2002), Premio Nacional de Poesía Instituto Distrital de Cultura de Bogotá (2001); Todo lugar para el desencuentro (2006), Premio Nacional de Poesía Eduardo Cote Lamus 2005; y «De una a otra montaña» (2008), en la colección de poesía «Obra reunida» de la Universidad Nacional de Colombia, el cual fue presentado en la reciente 21 Fería Internacional del libro de Bogotá, Abril-Mayo 2008.
Ha publicado también: un «Agua pasó por aquí», adivinazas, y «En la carpa de un circo», cuentos para niños.
Sus poemas han sido incluidos, entre otras, en las siguientes antologías: Tambor en la sombra, Poesía colombiana del siglo XX, México, Editorial Verdehalago; Para conocernos mejor, Poetas colombianos y brasileros, Editorial Universidad de Antioquia y Universidad Estadual de Sao Paulo; Antología de la Poesía Colombiana. Colcultura y Ancora Editores. Hace parte del libro de cuentos «EL QUINTETO DE VERSALLES».
Su poema «El gato» hace parte del libro «13 entrevistas a 13 poemas colombianos. [y una conversación imaginaria]» publicado por la Fundación Domingo Atrasado, http://www.domingoatrasado.com/ , PRIMERA EDICIÓN, Abril 2008. (Detalles del libro en: http://ntc-libros-de-poesia.blogspot.com/2008/05/13-entrevistas-13-poemas-colombianos.html y allí enlace a la entrevista completa)
Actualmente realiza en Cali talleres de poesía con niños y jovénes y dirige la colección de poesía Escala de Jacob de la Universidad del Valle.
(Fuentes: http://www.festivaldepoesiademedellin.org/pub.php/es/Revista/ultimas_ediciones/68_69/benavides.html , solapa del libro «De una montaña a otra» ,2008, y archivos de NTC )
Ver: http://ntcpoesia.blogspot.com/2008/08/horacio-benavides.html
«La poesía de Horacio Benavides, desde sus libros Orígenes, Las cosas perdidas, Agua de la orilla o Sombra de agua, sorprende en su pasión asordinada y en la fluidez que mana del agua y su poder seminal. No se trata de del ascetismo telegráfico de algunos poetas cuyos ritmos y palabras parecen traducidos de la poesía anglosajona, ni de una suerte de estreñimiento verbal disfrazado de rigor. Esculca una visión del adentro para habitar la palabra, que es afuera.»
Juan Manuel Roca
«No el afán sino el abandono. No el fin sino la contemplación. Reconstruir, por el encanto, la morada humana. Difícil tentativa que Horacio Benavides ha afrontado en dos precisos libros: Las cosas perdidas y Agua de la orilla. En ellos los ángeles de García Mafla se han convertido en sapos y manzanas. En ejercicios para recobrar la visión, recuperando cierto asombro perdido. Aquel que hace de la mirada fervorosa una mirada no exenta de piedad y risa. Recuerda aquella milenaria tradición fabulista según la cual no hay nada mejor que las bestias para comprender a los hombres.»
Juan Gustavo Cobo Borda.
«En la poesía colombiana, para unos vigorosa y crepitante, para otros decimonónica, formal y retórica todavía, una voz como la de Horacio Benavides acuña nueva sensibilidad. Hay largo trasiego musical en sus poemas donde ningún artificio, ninguna bisutería de hojalata, ningún escándalo aparece ni de lejos. Por el contrario, es una poesía graneada, como vasija precolombina que obedece a un ritual exacto durante siglos, como alhaja simple y rotunda diseñada para la otra vida»
Alvaro Burgos